...par y, por lo tanto, divisible...

...algo tarde, pero al final acabo haciendo mi particular balance del año. Este año no han pasado muchas cosas significativas, pero las que han pasado, al menos alguna de ellas, probablemente marquen un antes y un después en el transcurso de "mi puta vida adorada".


Este año he pasado interminables horas de frío y mar, he pasado más frío del que probablemente hubiera pasado nunca, pero no del que probablemente vaya a pasar en los próximos 3 años, he fotografiado nubes y más nubes, cielos interminables y mares siempre infinitos.


Este año he perdido a mi abuelo, y lo lloré mucho, aunque no todo lo que hubiera querido, no todo lo que hubiera necesitado, y no hay día que no pase que no piense en él, y no hay día que no pase que no siga teniendo la sensación de que hubiera querido pasar más tiempo con él, no hay día que no le eche de menos y no hay día que no piense, como ya dije en su momento, que desde ese día, el mundo es un poco peor y yo me siento un poco más sola.


Este año se instaló en mi cabeza ese ruido de fondo que tanto me asusta, que pensé que había conseguido evitar para el resto de mi vida, que pensé que nunca más volvería. Pero un día me levanté y allí estaba de nuevo, lo que me llevó a cortarme 6 ó 7 u 8 ó 9 veces el pelo en 10 meses (incluso 3 veces en el mismo mes), a beber más alcohol del que nadie debería, a encerrarme en mi cueva y no querer ver la luz del Sol, a caminar de nuevo, al borde del abismo, hueca, vacía, a endurecerme más cada día que pasaba perdida en el desierto, a no llorar, a castigarme y torturarme y maltratarme con cada día que pasaba sin encontrar mi Norte. A cruzarme el país varias veces en un triángulo infinito buscando ese silencio que sólo puedo encontrar dentro de mí misma, confirmando una vez más que Galicia cura, que puedo recorrer mil kilómetros en tren y no cansarme, que volar sigue sin gustarme, y que Barcelona podría ser una ciudad destino.


Este año dejé de querer, y de dar, y de cuidar, y de amar, porque no se puede querer, ni dar, ni cuidar, ni amar lo que no se tiene y durante muchos muchos días nada tuve, nada quise, nada di, hasta que me permití darme una tregua. Tregua que me sirvió para recuperarme, para reconciliarme conmigo misma, para llenarme, para que mis ojos volvieran a brillar aunque fuera a causa de las lágrimas, para dejar que mi sonrisa me sorprendiera de nuevo, para dejar que las ganas que a veces pierdo, reaparecieran, para dejar que la fe que hace tiempo que perdí volviera, de vez en cuando, a hacerme un guiño.


Este año he recuperado amigos que nunca pensé que recuperaría y con una fuerza que nunca pensé que conservaría. He hecho nuevos amigos donde nunca pensé que los haría, dentro de mi familia. Sorprendentemente han sido fuertes pilares en mi particular travesía por el desierto, han sido oasis aunque no siempre de agua, han sido cafés y tés, han sido cervezas y tapas “sin carne por favor”, han sido vino y queso italiano, han sido Barcelona y Bruselas.


Pero este año he escuchado el mismo tema 9000 veces seguidas, he gastado en música más de lo que podía, he repetido, incansable, más de un concierto. He tenido algún buen motivo para quedarme una noche entera despierta, he navegado, he retozado, he echado de menos, y he vuelto a sentir la punzada en el estómago de querer querer. He discutido, peleado, mordido y arañado. Me he caído y me he levantado para volverme a caer y, por supuesto, volverme a levantar. Pero, por encima de todo, he conseguido rescatarme, por lo que al final, la balanza, acaba inclinándose hacia el lado positivo.


¿Para el nuevo año? A modo de pista diré que una guía de Nueva Zelanda descansa en mi mesilla de noche, el 2011 será un gran año, como no podía ser de otra manera, impar y primo.

Calvin

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Instagram