Es extraño...

...cómo a veces las cosas se enlazan unas con otras, se enredan, se entrelazan, se cruzan, se alían para que todo confluya en un encuentro casual pero muy bien avenido. Nadie hubiera pensado que la semana pasada, después de haberle dado un millón de vueltas a la idea, como es habitual en mi, decidiera escribir un correo para pedir información sobre la posibilidad de asistir a un curso en la facultad de diseño de mi nueva ciudad. Nadie hubiera pensado que la persona que me contestó, me dijera que por favor me dirigiera al jefe de estudios para preguntarle si eso era posible.

Nadie hubiera dicho que yo le mandaría el mismo correo, saltándome la desidia que a veces me caracteriza, siendo miércoles y sabiendo que iba a estar fuera de la ciudad las próximas tres semanas. Ni nadie hubiera dicho que el sábado por la noche tendría varios planes donde elegir, puesto que se suponía que el sábado por la noche ya no estaría en la ciudad. Nadie hubiera dicho que de esos planes me quedaría con “vamos a una fiesta donde sólo conozco a la persona que me lleva como invitada”. Nadie diría que allí conocería gente maja, que hace cosas interesantes, y que acabaría compitiendo con una tal Alex sobre quién tiene más control en el complicado arte de mover las orejas. Nadie hubiera dicho que después del despliegue de contorsiones faciales vendrían las preguntas de rigor, a qué te dedicas y demás, y nadie habría dicho que ella se dedica al mundo del cine, y que da clases en la facultad de diseño. Quién hubiera imaginado que yo le diría que había escrito un email al jefe de estudios para aplicar a un curso que se imparte en esa facultad, y por su puesto nadie habría imaginado que ella me contestaría, en media hora voy a una fiesta donde estará el jefe de estudios y muchas más gente relacionada con la facultad de diseño. Vente conmigo y así hablas directamente con él. A estas alturas de la historia ya os imaginareis que dije que si, y que después de unas cuantas vueltas en un coche de alguien que no conocía, acabamos en una casa perdida en ningún sitio, bebiendo cerveza y hablando con gente digamos que particular. Nadie podría haber imaginado que el jefe de estudios fuera un tío peculiar, con el pelo blanco, un rayo tatuado en el antebrazo y originario de Alaska, que me hablaría de osos polares, de música en Lousiana, y de capoeira en Wellington. Nadie habría dicho que estaría un buen rato hablando con él, y acabaría diciéndome vente de oyente al curso que te interesa, que te hago un hueco.

Si creyera en las casualidades pensaría que esta es una de ellas, pero como no creo, pienso que simplemente se me han alineado los astros, una vez más, y miro al cielo y me da la impresión de que Orión me guiña un ojo boca abajo, y que también sonríe, al igual que yo en este momento, rumbo al Estrecho de Cook. Y de nuevo, vuelvo a sentirme afortunada.

Calvin

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