...estoy en modo resaca, ya sabes, sólo una y a casa, y al final siempre acabo liándola...cuando me quiero dar cuenta son las mil y de la primera ni me acuerdo...parece mentira que no sepa que cuando se dice una y a casa es cuando más probabilidades de liarla tienes, y si encima es rollo barabacoa en casa de no sé quién a las 7 de la tarde, las probabilidades se multiplican por n, porque eso de la barbacoa a las 7 suena tan inocente, tan de cumpleaños de ganchitos y cocacola y bocadillos de queso, que una, involuntariamente, baja la guardia y cuando se descuida los ganchitos se han convertido en hielos, y los bocadillos de queso en rodajas de limón.
Así que hoy me he levantado tarde, más tarde si cabe porque el día no acompañaba demasiado, medio gris, medio lluvioso, medio frío...así que he aguantado en la cama hasta que ya no me quedaba ninguna buena razón para no levantarme.
Primer paso: la rehidratación, y mientras la sangre empieza a licuarse y a adquirir la densidad que le permite circular a un ritmo normal pienso si hacerle una foto al panorama de mi cuarto y presentarla a algún concurso sobre desastres naturales. Juraría que anoche cuando llegué lo dejé todo ordenado, pero no tiene pinta, así que mejor abro todas la ventanas y dejo que el frío se lo lleve todo, y yo me dedico a recopilar todo lo que fui quitándome anoche sin ningún tipo de criterio. He perdido una calcetín y no sé dónde están mis zapatos...por el color de mis pies deduzco que anoche volví descalza, cuando te vistes a las 6 de la tarde para salir los tacones siempre parecen la mejor opción...
Segundo paso: Elegir un tema que va a sonar durante todo el día, una y otra vez, uno fácil, que no sea muy estridente, que me acompañe pero que no requiera mi atención. Cambiar las sábanas, poner una lavadora, borrar los restos de maquillaje...
Tercer paso: Comer algo, equilibrar el cuerpo con algo sólido, algo no muy consistente pero lo suficiente para que me de energía para llegar al final del día, sin mucho esfuerzo. Después de comer llegará el momento de decidir la necesidad de recurrir a los fármacos para sobrellevar el día. Normalmente no me tomo nada, es una tonta manera de autocastigarme, algo así como lo que decía mi madre cuando era más jovenzuela, si eres mayor para salir, también para levantarte pronto al día siguiente (la hora de levantarse al día siguiente solía ser siempre inversamente proporcional a la hora de llegada).
Cuarto paso: Ducha que roza peligrosamente los límites de mis principios ecológicos para con el Planeta, ducha que me devuelve la vida, que me saca de lo real y por un momento me hace sentirme incorpórea. La ducha, qué gran invento.
Quinto paso: Mantener la cabeza ocupada, probablemente "mirando 10 capítulos seguidos de una serie", para no pensar que me gustaría tenerte cerca, para reprimir el deseo de escribirte y decirte vente a hacerme compañía, tirémonos en el sofá y desgranemos lo que queda de día con un té y un poco de chocolate, hablando de nada, rozándonos accidentalemente debajo de las mantas, estirando el tiempo, alargando lo segundos, los minutos.
Sexto paso: Acabar escribiendo un post, que hoy me sirve de terapia. Esperar a que se haga una hora razonable para que no me de vergüenza irme de nuevo a dormir. Dormir. Recuperarme.
Así que hoy me he levantado tarde, más tarde si cabe porque el día no acompañaba demasiado, medio gris, medio lluvioso, medio frío...así que he aguantado en la cama hasta que ya no me quedaba ninguna buena razón para no levantarme.
Primer paso: la rehidratación, y mientras la sangre empieza a licuarse y a adquirir la densidad que le permite circular a un ritmo normal pienso si hacerle una foto al panorama de mi cuarto y presentarla a algún concurso sobre desastres naturales. Juraría que anoche cuando llegué lo dejé todo ordenado, pero no tiene pinta, así que mejor abro todas la ventanas y dejo que el frío se lo lleve todo, y yo me dedico a recopilar todo lo que fui quitándome anoche sin ningún tipo de criterio. He perdido una calcetín y no sé dónde están mis zapatos...por el color de mis pies deduzco que anoche volví descalza, cuando te vistes a las 6 de la tarde para salir los tacones siempre parecen la mejor opción...
Segundo paso: Elegir un tema que va a sonar durante todo el día, una y otra vez, uno fácil, que no sea muy estridente, que me acompañe pero que no requiera mi atención. Cambiar las sábanas, poner una lavadora, borrar los restos de maquillaje...
Tercer paso: Comer algo, equilibrar el cuerpo con algo sólido, algo no muy consistente pero lo suficiente para que me de energía para llegar al final del día, sin mucho esfuerzo. Después de comer llegará el momento de decidir la necesidad de recurrir a los fármacos para sobrellevar el día. Normalmente no me tomo nada, es una tonta manera de autocastigarme, algo así como lo que decía mi madre cuando era más jovenzuela, si eres mayor para salir, también para levantarte pronto al día siguiente (la hora de levantarse al día siguiente solía ser siempre inversamente proporcional a la hora de llegada).
Cuarto paso: Ducha que roza peligrosamente los límites de mis principios ecológicos para con el Planeta, ducha que me devuelve la vida, que me saca de lo real y por un momento me hace sentirme incorpórea. La ducha, qué gran invento.
Quinto paso: Mantener la cabeza ocupada, probablemente "mirando 10 capítulos seguidos de una serie", para no pensar que me gustaría tenerte cerca, para reprimir el deseo de escribirte y decirte vente a hacerme compañía, tirémonos en el sofá y desgranemos lo que queda de día con un té y un poco de chocolate, hablando de nada, rozándonos accidentalemente debajo de las mantas, estirando el tiempo, alargando lo segundos, los minutos.
Sexto paso: Acabar escribiendo un post, que hoy me sirve de terapia. Esperar a que se haga una hora razonable para que no me de vergüenza irme de nuevo a dormir. Dormir. Recuperarme.
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